Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

lunes, 18 de febrero de 2013

Sobre tecnología médica. A cuenta de la propaganda mediática.



Cuando hablo de propaganda de los medios de formación de masas en la cuestión de la implementación de nuevas tecnologías en ciencias de la salud, como ocurre en otros temas, me refiero a artículos como el siguiente:

'El doctor ‘smartphone' vigila su salud'

Un artículo que es descaradamente propaganda. Una promoción de lo magnífico del progreso en esta área y de lo necesario de la apuesta inversora en él. Un tipo de artículos que siempre se apoyan en los mismos lugares comunes. Echémosles un ojo.

Para empezar el más típico en este tiempo de crisis económica es el ahorro. Hacer factibles altas más rápidas (habría que hablar de los reingresos o de la satisfacción de los pacientes y familiares…) y mejorar el control desde domicilio (es decir, evitar visitas o ingresos, menos camas necesarias) implica menos dinero que presupuestar. Pero el ahorro también es de tiempo, y ya se sabe que en capitalismo el tiempo es dinero. Llegan a afirmar que eso es posible mediante aplicaciones medicas de móvil, con las que el sanitario podría consultar todo tipo de información y ahorrar mucho tiempo...

Otro modo recurrente de vender este proyecto político de tecnologización de la medicina, es el de poner el ejemplo de la dermatología. La imagen de la lesión enviada al especialista y respondida por vía electrónica es lo que se proponen. Pero una especialidad que se basa en buena medida en la imagen de la lesión, no puede ser el ejemplo de generalización de ese proyecto, puesto que es la entrevista con el paciente la que normalmente sirve para llegar al diagnóstico de presunción. Bien sabemos los que nos dedicamos a esto que sin la entrevista (o sin el tiempo o la confianza necesarios para ella) se pierde gran cantidad de información relevante y luego las cosas no salen como quisiésemos.

Pero uno de los puntos más preocupantes para mí es el de la distorsión del significado de libertad, reduciéndolo a la capacidad para autocontrolarse. No es casualidad que el título ya nos indique que el papel de la tecnología será el de VIGILAR nuestra salud. Se entiende la vigilancia externa como un valor añadido. Sea derecha o izquierda del capital, el valor de la vigilancia es positivamente valorado, por lo que no es extraño que un diario izquierdoso promueva lo mismo que el ABC, El Mundo o La Razón. Así, el hecho de medirse, cuantificarse, calcularse, y finalmente contenerse y hacer lo debido según un imperativo social invisible, es convertido en autonomía y libertad. Y como tal utilizado en la publicidad. Tampoco es casualidad que ahora esté de moda la neuropolítica y sus aplicaciones en salud pública, de las que seguramente oiremos hablar en un futuro próximo. Una forma de aplicar los hallazgos de la neurociencia en el campo de la política, ‘promoviendo conductas, comportamientos y tomas de decisiones favorables desde las perspectivas de las políticas públicas’ (extraído de Revistaesalud.com Vol 8, No 31 (2012) de Sánchez Bursón). En este artículo se afirma explícitamente que la neuropolítica, siguiendo los pasos del neuromarketing, permite sustituir políticas coactivas o represivas por actuaciones persuasivas.  Sobran las palabras.


Y, por otro lado, como en todo lo que hace referencia a la implementación de nuevas tecnologías, se habla de la facilitación de procesos que permitirán. Con el uso de tecnología será más fácil que obtengan nuestros datos médicos personales en cualquier lugar que nos encontremos. Por si acaso estamos de vacaciones y nos pasa algo. Nada que decir de la confidencialidad, de lo que se explica en un sitio en un momento dado, pero no en otros, del uso de esa información por agentes externos (ámbito laboral, policial o judicial). Todo será más fácil con tecnología... Que se lo digan a los que han vivido el proceso de cambio de paradigma en sus carnes, en sus consultas. Facilidades algunas, pero también a cuenta de imponer formaciones tediosas y externas al trabajo propiamente dicho al personal, cuando no de coaccionar al personal para adaptarse, entre otras lindeces.

Otro punto que se invoca para justificar la dirección que está tomando la asistencia sanitaria son las inversiones que realizan las empresas tecnológicas. Unas inversiones que, como no puede ser de otra forma en una economía de mercado, están orientadas a la obtención de beneficios monetarios y son justificadas sobre la imposibilidad de mantener una sanidad decente sin dichas inversiones. Pero se trata de un círculo que se fomenta por el beneficio empresarial y el desarrollo de un modelo económico que con cada vuelta de tuerca se interna más en un camino que precisa de la exclusión de más sectores de población. Y para que eso sea digerible, tenemos que aguantar las machaconas afirmaciones de directivos de mutuas y empresas dedicadas a promover la tecnología medica que repiten la cantinela de que este sistema de salud no es sostenible y que, casi, sólo ellos nos pueden salvar. Una cantinela que ya se ha traspasado a las instituciones de gobierno, portada como estandarte por los gerentes de turno que van y vienen del sector privado al público y al revés.

Y finalmente, llama la atención como el discurso de lo económico, de lo objetivo, de lo maquinal, copa completamente las argumentaciones en pro de este modelo promovido. Continuamente equiparan el sistema de salud con el sistema bancario. Sin problema, como si las diferencias fueran de poca importancia. O la afirmación de que es mayor la eficacia de los ordenadores, frente a los humanos, a la hora de recoger información y sopesarla. Estas argumentaciones desprenden un fuerte tufo de control absoluto, de eliminación de contratiempos y desvíos, de ausencia de libertad, que por muy eficiente que sea reduce nuestra existencia a muy poco. No es extraño que películas como la de ‘Intocable’, donde se contrapone una vida bien equipada económicamente y controlada médicamente frente a una vida realmente vivida, gusten a la gente. Esa misma gente que mantiene un discurso contradictorio entra la exigencia de mayor asistencia y mayor tecnologización que les saque de cualquier apuro existencial y la crítica de sus mismas consecuencias en lo que respecta al control, la rigidez burocrática, la vigilancia y la pérdida de autonomía y libertad.