Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

domingo, 28 de junio de 2015

La ciencia que tenemos



Mi puesto laboral me permite ver de cerca, pero a una distancia prudencial conscientemente decidida, cómo se imponen estudios con apariencia científica que en realidad sólo buscan objetivos comerciales. Las consecuencias de éstos se proyectan, en primer lugar sobre la población que acude a solicitar ayuda al médico o psicólogo, y, en segundo término, y mucho más grave a mi entender, en el mundo común que se construye. Mundo en el que estamos obligados a vivir socialmente.

Este artículo explica la introducción de un estudio del ámbito de la psiquiatría en un centro de salud mental. Se trata del estudio ifightdepression. Un estudio europeo que pretende obtener resultados positivos que muestren el beneficio de una herramienta de autoayuda online para gente con depresión.

Para empezar se orienta a depresiones leves y moderadas, esas que en la mayoría de estudios bien diseñados mejoran igual con tratamiento que con placebo, es decir, sin tratamiento pero con la apariencia de un tratamiento efectivo sin que el sujeto conozca el engaño. Y es que el estatuto científico del concepto ‘depresión’ es más que dudoso, en el sentido que bajo ese paraguas sintomático se agrupan multitud de situaciones, sujetos y estados de lo más diverso. Críticas no le faltan en el ámbito de la ciencia psiquiátrica.

En segundo lugar, si se trata, y se reconoce, de que esas depresiones mejoran sin intervención farmacológica o psicológica, para qué implementar herramientas con un coste económico notable (hay que pagar expertos informáticos que hagan el software, expertos clínicos que recomienden el tratamiento, licencias a empresas para el uso del software). La clave, como no puede ser de otra manera en el tiempo del homo economicus, es el beneficio que supone a empresas tecnológicas. Beneficio de dos tipos. El primero, beneficio económico directo por los ingresos recibidos de licencias y trabajo realizado. Segundo, por la destrucción de la figura del psicólogo o psiquiatra como experto en la materia de la subjetividad y sus alteraciones experienciales y que debería ayudar a incrementar el poder de decisión y la libertad del individuo que consulta. Esto último, es un beneficio a largo plazo pues dispone a la población a un tipo de tratamiento impersonal, autoadministrado y descontextualizado. Se crea un mundo con una compresión del otro y propia y unas expectativas muy distintas de la anterior. Se rompen lazos humanos de relación (ya suficientemente rotos en tanto es un lazo, el de médico-paciente, creado a partir de roles sociales). ¿Quién puede afirmar tranquilamente que es igual una relación humana directa bidireccional que una relación con uno mismo mediada por un ordenador y un software?.

Entrando en los medios para la extensión y venta de este pack online informativo y de autoayuda sobre la depresión, es interesante escuchar cómo conseguir el interés de los sujetos diagnosticados. Se plantearon varios medios. El primero es que debe ser el experto en psiquiatría o psicología el que lo ‘prescriba’. Todo el mundo sabe que si es el especialista en la materia el que te lo indica es mucho más fácil que tenga efecto. ¿No será eso efecto placebo?. Pero claro, para que el especialista se preste a perder su tiempo en algo que internamente sabe que es una burda mentira con fines económicos, hay que ‘motivarlo’. ¿Cómo? Como se hace hoy día, ofreciendo una pequeña porción del pastel; la económica, un dinerito por cada paciente incluido en el estudio, y la curricular, la promesa de figurar en una publicación científica, supuesto que se ha convertido en los últimos años en fundamental para poder competir por un puesto de trabajo. Por otro lado, para hacerlo ‘interesante y atractivo’ al sujeto diagnosticado, contactaron con gente del ámbito de las máquinas recreativas. ¡¡Sí, sí, de las tragaperras!!. Se plantearon poner una musiquita adecuada al programa informático, además de plantearse poner medallas según niveles que pasabas con el programa. Vamos, todo muy apropiado para un individuo con depresión...

Por último, y probablemente lo más peligroso de todo, es el fin político, que si no lo persigue directamente sí se puede inferir del total de la intervención. Este programa online supone que una persona que está fastidiada y se siente mal por lo que sea, es decir está en un estado de fragilidad y dependencia y por tanto va a buscar la ayuda que pueda para evitar su sufrimiento, va a leer una serie de afirmaciones discutibles y no consensuadas ni siquiera en la comunidad científica de la psiquiatría/psicología, y a actuar en función de lo aprendido ahí. Esa intervención psicoeducativa promueve conductas prescritas por unos cuantos especialistas en una población que a duras penas, a la vista del diagnóstico, puede catalogarse de enferma tal y como se entiende ese término. Esa intervención puede limitar la capacidad personal de cada uno en su ámbito de acción cotidiano, la capacidad de superarse por sí mismo con los suyos y con sus medios, la contextualización biográfica, económica, familiar y cultural de su estado, y por tanto puede generar sujetos menos autónomos y más dependientes de expertos.

En definitiva, lo que se ve aquí es una estrategia comercial y política a la par, que no creo que suponga gran mejora para los individuos con un estado de ‘depresión’ leve y moderada, y sí una gran ganancia para empresas tecnológicas, no en vano están intentando que todo el mundo pueda ‘disfutar’ de internet, un medio más de control y aislamiento social, y los que ostentan el poder político y financiero, en tanto crean sujetos que adoptan una posición pasiva y dependiente frente a sus propias experiencias afectivas y emocionales.

lunes, 11 de mayo de 2015

Biopolítica en Catalunya: sobre el programa ‘enfermo crónico complejo’.



En el mundo que habitamos no hay mejor forma de advertir la ideología que conocer los entresijos que se ocultan en las formas de hacer de aquellos que gobiernan.

La implantación del programa de atención sociosanitaria al paciente con alta vulnerabilidad, bautizado como ‘paciente crónico complejo’ o ‘con enfermedad avanzada crónica’, es reveladora en este sentido. Si bien su aplicación por el momento es un programa piloto en algunas comarcas de Catalunya, su pretensión es la de ampliarse a toda la población catalana.

En muy breve. Se trata de un programa que se vende como una mejor atención a este tipo de pacientes, una atención personalizada, un menor encarnizamiento terapéutico evitando sobremedicación e ingresos hospitalarios poco útiles en éstos, una atención a aspectos más allá de los estrictamente biológicos considerando aspectos sociales, biográficos o espirituales. Sobre una base teórica humanista se pretende dar un vuelco al modelo médico actual. La idea, y remarco idea de ideal, es que los trabajadores mantengan un contacto más cercano con el paciente, consideren otros aspectos existenciales de éste, elaboren un plan terapéutico con él, acuerden modos de hacer en según que situaciones venideras. Ese tipo de relación debe estar envuelta en un manto ético del profesional que como persona que es, automáticamente, tiene en cuenta la situación de vulnerabilidad de ese paciente y le ofrece su ayuda, a través del programa, para darle una mayor autonomía sobre una base distributiva de justicia social.

Todo muy ideal sí. Pero veamos algunas cuestiones.

Empecemos por las preguntas en torno a la materialización del programa: ¿por qué se implementa este programa justo ahora?, ¿hay otras motivaciones más allá del mejor cuidado de estos pacientes?. Si todos tenemos esa ética que se supone idealmente y somos tan personas, ¿cómo hemos llegado a este modelo médico?, ¿cómo se le dará la vuelta a esa situación?, ¿diciéndolo y enseñando cómo tiene que hacer las cosas el profesional?, ¿y si los pacientes no quieren o no saben llegar a acuerdos y consensos?, ¿qué otras implicaciones puede tener marcar a alguien con esa etiqueta?, ¿qué uso futuro se puede hacer de un programa así?.

Para responder a las dudas conviene recordar algunas cosas.

Primero de todo. El marco en el que las políticas sanitarias se dan es el de un modelo capitalista. Esto implica que lo que marca las políticas es la necesidad de valorización del Capital. La eficiencia (producir más resultados con menos recursos, energía y tiempo) es un concepto económico derivado de este marco, y este programa tiene como objetivo explícito mejorar la eficiencia. El modelo capitalista además implica una competencia entre empresas proveedoras de servicios que implica una disminución de costes continua. En definitiva, el dinero, los costes, mandan. Y si no, ¿por qué se privatiza la sanidad ahora aquí?, ¿dónde queda esa ética que piensa en las personas?, ¿acaso piensan en las personas los gobernantes que exigen a los griegos sacrificios?. Por tanto, el fondo que da sentido a la puesta en marcha de un programa como este, o como cualquier otro, no puede obviar la situación económica. Y el momento de desarrollo y puesta en marcha del programa es el de una crisis económica.

En segundo lugar, exigir a los profesionales esa ética, formarlos para que sepan hacerlo (como si no supiesen) es un insulto a los que trabajamos en sanidad. Cualquiera que trabaja en atención primaria y comunitaria sabe que con los medios materiales que te dan y con las exigencias que te imponen es imposible trabajar bien, so pena de dedicar tu vida a ella como un monje. Pero Dios ya murió y los sacrificios se los dejamos a los santos. Con trabajar para vivir y poder disfrutar de lo que nos dejan de vida tenemos más que suficiente. Si quieren implantar algo así, lo primero es dar tiempo. No hay mejor relación, mayor confianza, mejor forma de acordar y trabajar objetivos vitales conjuntamente, tomar decisiones terapéuticas basadas en cuestiones más amplias que las biológicas, que tener tiempo para hablarlo, para conocer el contexto, la familia, la perspectiva y los valores del paciente, etc, para coordinarse con otros profesionales. Sin tiempo o profesionales suficientes no hay ética que valga. Lo contrario es poner entre la espada y la pared al trabajador, exigirle lo que no puede dar por los medios con que se le dota.

Pero además quieren hacer una formación específica. ¿Sobre qué?. ¿El programa o el modelo social que conlleva una forma de hacer las cosas que hacemos? La pedagogía, ¿cambiará el modelo económico que sustenta todo lo demás?. Desde la Revolución Francesa hace más de dos siglos, el proyecto ilustrado fue avanzando con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad materializados por una pedagogía basada en la confianza en la ciencia y el progreso y la secularización de la sociedad. En ese tiempo se implantó el trabajo asalariado generalizado, el ser humano se convirtió en una pieza más en el proceso de valorización del Capital, tanto por su producción como por su consumo. Los asuntos éticos quedaron tocados de muerte en este largo proceso y así se llegó a dos guerras mundiales, los totalitarismos y las bombas nucleares. El proyecto ilustrado está muerto. Y no será la educación promovida por el Estado y sus instituciones el que modifique esa ética. El sistema educativo (en el sentido amplio, también incluida la formación de la que hablamos aquí) es resultado del modo de producción capitalista. ¿De verdad alguien piensa que el sistema educativo genera personas más preparadas para el consenso, el diálogo y los acuerdos?. ¿No será que se forma más bien en la aceptación acrítica de órdenes, directas o encubiertas?. Que cada cual saque sus conclusiones de lo que ve cada día...

Por otro lado, es a través del discurso científico reduccionista y de la tecnología que se obtiene valor añadido en los procedimientos biomédicos. ¿Cómo? Derivar cualquier cuestión de la vida humana a procesos bioquímicos, genéticos o fisiopatológicos implica desarrollar procesos diagnósticos, preventivos y terapéuticos cada vez más complejos y costosos. Ese coste económico que invierten las empresas debe obtener un beneficio posterior. Para obtener un valor añadido en ese proceso, se debe vender la enfermedad y los procedimientos preventivos que permitan la generalización de los métodos de prevención (controles por tests preventivos como los genéticos, seguimientos poblacionales mediante controles analíticos) e introducir intervenciones preventivas tanto farmacológicas (nuevas vacunas, fármacos preventivos) como de pautas para la modificación de estilos de vida (programas psicoeducativos, grupos de autocuidado, grupos de pacientes expertos). Pero además se inventarán nuevos diagnósticos, como la fobia social o el TDAH (ya reconocidos como inventos por sus ‘creadores’), que permitirán ampliar el grupo de ‘enfermos’ y poder vender nuevos fármacos a un amplio sector de población.

Acerca de la confidencialidad. Marcar a alguien con una etiqueta que supone una expectativa de vida limitada y presupone una menor necesidad de pruebas diagnósticas y tratamientos es peligroso, sabiendo, además, que esos datos pueden llegar a manos con intereses únicamente económicos. Con el proyecto de venta de datos sanitarios a empresas privadas en Catalunya, el VISC +, el peligro es un hecho y ninguna ética que no actúe beligerantemente lo cambiará. Los datos son dinero y la ética no cambia eso. Las opiniones y recomendaciones de los comités de bioética o del Colegio de Médicos poco valen si no se adoptan medidas de acción. El hecho que se prevea en el programa del paciente crónico complejo la extensión de los datos a las residencias geriátricas o los servicios sociales es significativo de lo que decimos.

La forma en que se consigue la valorización pasa por la continua introducción de tecnología. Ya hace tiempo que se impuso la receta electrónica para control de la prescripción y por tanto del prescriptor y del paciente. No será raro entonces que el programa del que hablamos cuente ahora con una formación obligatoria para todos los actores del programa que será online. Y es que Catalunya hace varios años que dirige sus políticas sanitarias a implementar nuevas tecnologías. Y es algo que van a hacer sea eficaz o no en cuestiones de salud. Las van a implantar para desarrollar el modelo económico del país.

Y si para algo nos sirve la memoria histórica es para no repetir historias pasadas o para prevenirlas. Un programa como este, que se pretende para toda la población catalana en un futuro, que cuantifique probabilísticamente el tiempo de vida de cada uno, recuerda a más de una distopía. En un mundo de cálculo y racionalidad extremas, de cuantificación, de valor económico y de ausencia de una o varias éticas/morales cimentadas, marcar a alguien su probable límite existencial es muy peligroso. Un ejemplo histórico de racionalidad extrema fue el nazismo, y la buscada falta de comprensión que algunos se han encargado de promover activamente con discursos lacrimógenos humanistas y victimistas nos lleva a una actualidad de auge de fascismos y nacionalismos por toda Europa. ¿Es imposible que se eliminen físicamente personas no rentables?

En definitiva, pretender ocultar todas estas cuestiones es vender un producto y encubrirlo con buenas intenciones que no indigesten nuestra cristiana mentalidad. Las reflexiones del Comité de Bioética de Catalunya al respecto han sido lamentables. Hablar de riesgos de mal uso cuando ya se ha puesto en marcha y esos riesgos son ya hechos.

Documental 'The Trap' 1/3.

Aquí dejo otro documental de Adam Curtis en el que a partir de una determinada concepción del ser humano en relación, una concepción de egoismo e interés personal y desconfianza debida respecto de los demás, se da un paso adelante en la implementación de sistemas de gestión basados en matemáticas y que pretenden una automatización del funcionamiento social en varios ámbitos. Es interesante conocer esa perspectiva en el campo de la psiquiaría donde el operacionalismo (diagnósticos basados en criterios operacionales resultado de estadísticas poblacionales) se adueña de ese campo durante los años 70 y las consecuencias nuevas que traerá ese desplazamiento hacia lo objetivo matematizable.



The Trap 1 "Jode a tu compañero" from Tyrel Nexus on Vimeo.

lunes, 4 de mayo de 2015

Documental 'All watched over by machines of loving grace' parte 1/3.

'El capitalismo cibernético se desarrolla con el fin de permitir, al cuerpo social devastado por el Capital, reformarse y ofrecese para un ciclo más en el proceso de acumulación'.
La hipótesis cibernética. Tiqqun.

Dejo la primera parte de este documental del prolífico director de documentales Adam Curtis. La segunda y tercera en las próximas entradas. En él tratará sobre el papel de la tecnología como ideología del desarrollo de las democracias modernas liberales. El gobierno de la cibernética como fin de la política tradicional. La autorregulación de las sociedades tecnificadas por el fin del poder explícito. La aplicación de modelos cibernéticos a todos los ámbitos, de la ecología a la medicina pasando por la sociología. Este documental explica el fracaso de un modelo que reduce a los humanos a simples nodos de redes más extensas. A pesar del fracaso, el modelo sigue vigente como mecanismo de control.

'La cibernética deviene el proyecto de una racionalización sin límites. [...] Gobernar será inventar una coordinación racional de los flujos de informaciones y decisiones que circulan en el cuerpo social'.
La hipótesis cibernética. Tiqqun.


All watched over by machines of loving grace from WHAT on Vimeo.