Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

miércoles, 18 de enero de 2017

El nuevo asalto a la salud mental: la realidad virtual




Durante los últimos años estamos viendo como se señalan acusadora e insisitentemente los límites de la psicofarmacología y los usos y abusos que de ella se hacen, que buena falta hacía. Basta con echar una ojeada a los libros especializados publicados al respecto, los grupos y colectivos que tratan el tema, y los blogs, webs y redes sociales que abordan la cuestión. Toda esta actividad crítica y reflexiva se traslada, como debe ser, al seno de la actividad psiquiátrica y promueve cambios al respecto. Si bien esto es positivo porque nutre los abordajes profesionales y las teorías de realidades personales y experiencias subjetivas (y de eso va buena parte del oficio), no hay que dejar de lado las derivas mercantilistas que se ocasionan y que promueven algunos especialistas espabilados.

Si la crisis económica iniciada en 2008 cambió algo fue que se reestructuraron las relaciones laborales en el seno de empresas e instituciones, la organización económica y los procesos productivos y de consumo. En la psiquiatría pública eso implicó, entre otras muchas cosas, un cuestionamiento del gigantesco gasto farmacéutico. Y así se inició la campaña mediática de sobremedicación que existe en los mass-media, el acoso a los trabajadores sanitarios con indicadores de farmacia, y la proliferación de otras estrategias terapéuticas, muchas de las cuales son también muy cuestionables y muy a la moda postmoderna (mucho efectismo inicial y poca consistencia en el tiempo). Pero la máquina económica no se para sino que se reconvierte y se engrasa para funcionar más y mejor. Y así llega a nuestro campo la maquinización de las terapias y las relaciones terapéuticas. Terapias online, aplicaciones para móvil, sensores de control comportamental, imaginería cerebral, etc, a cada cual con más dudoso valor terapéutico añadido. Pero eso sí, mucho valor económico añadido. Y es que la tecnología es el sector económico más importante para los países llamados 'avanzados'. Y de eso va el tema. De realidad virtual para tratar el TDAH (es el caso del H. Vall d'Hebron de Barcelona). También para otros diagnósticos como fobias varias entre las que cuentan entrar en una máquina de resonancia magnética o fobias a las agujas (en el caso del H. del Mar en Barcelona).

La cuestión concreta del diagnóstico del TDAH tiene larga historia de confrontación de perspectivas. Trastorno que se inventa en los 80 y que se incrementa de forma exponencial hasta nuestros días, pasa por ser un trastorno cerebral medicable (con anfetaminas, de esas que no teniendo ningún TDAH ya tomaban algunos durante la carrera para estudiar mejor). Obviando la complejidad del desarrollo de los niños y sus relaciones con el entorno, la familia, sus pares, se redujeron trastornos del comportamiento y la adaptación escolar requerida a problemas cerebrales. Pero lo alarmante es el proceso de publicitación del diagnóstico que se hizo con fines netamente mercantilistas. La estrategia de 'disease mongering' ( algo así como 'generación de enfermedad') con respecto al TDAH está bien documentada (PLOS Medicine, 2006), y pasa por la instrumentalización de familiares y escuelas para escrutar, detectar e intervenir en niños, corrupción de  especialistas para su promoción*, creación de escalas diagnósticas y entrevistas estructuradas orientadas al diagnóstico, y un marketing agresivo orientado a la medicalización de los niños desadaptados y la culpabilización de los que se niegan a 'cuidar' a sus hijos de esta forma. Posteriormente la semilla crece y se extiende también a los adultos y no deja de abarcar a cada vez más gente.

La confrontación de posición respecto a la inteligibilidad del TDAH también llegó al 'oasis catalán' donde el 'seny' (ponderación, sensatez) lleva a callarse las discrepancias para no cambiar nada de lo que la máquina impone. Pero con este tema cambió. Y aunque propugnando un consenso, se hizo un manifiesto público y colectivo criticando el diseño y la voluntad de implementación de un protocolo para el manejo del TDAH (**).

Pues bien, ante tanta crítica de sectores que consideran un crimen la medicalización de los niños en base a un diagnóstico con escasa validez y fiabilidad (las tasas de prevalencia en Catalunya varían hasta un 50% entre centros con distintas aproximaciones) y la descontextualización sociofamiliar y económica de éste, se inició el reajuste de la aproximación más reduccionista. Un reajuste no de la base sino de medios para seguir con los mismo fines. Y de ahí la aparición de la realidad virtual para evaluar y tratar a los dignosticados. Y así un paso más para el progreso y el desarrollo económico.

Lo que podemos ver en la actualidad es la propaganda desplegada, por un lado con el fin de generar valor para el propio hospital en la carrera competitiva en que se ha hecho entrar a las instituciones sanitarias, y por otro que es una valorización mediada por un dispositivo tecnológico. ¿Y por qué tecnológico? Porque farmacológico ya está demasiado criticado y se conocen sus límites, no rendirá tanto. Porque un aparato técnico como unas gafas de realidad virtual son 'amigables' (de eso ya se ha encargado toda la industria del ocio tecnológico) y por tanto mucho más aceptables que una droga. Porque se plantean como terapias 'inocuas' (si no te hacen bien, mal no te harán; eso sólo pasaba con los psicofármacos). Porque la tecnología, además de inocua, tiene a su favor su apariencia de 'objetiva', de 'infalible', puesto que no interpreta directamente (eso ya lo hará el clínico de turno). Porque la industria de la alta tecnología es motor económico de los países 'avanzados', así que su introducción por aplicaciones fomenta su desarrollo, y con ello, puestos de trabajo de alta capacitación, que es lo que interesa políticamente.

Pero, en fin, todas esas características que se le atribuyen a los medios técnicos en detrimento de los medios humanos son puras quimeras. De inocuidad nada de nada. Sabemos que cualquier intervención tiene implicaciones en el sujeto que las reciba. Otra cosa es la medición y cuantificación de ese cambio operado. ¿O es que esa persona no interpreta lo que experimenta?¿no categoriza e integra interpretativamente lo que se le explica? ¿no actúa en su vida y decide cuestiones diversas basándose en esas asunciones o creencias?. Y, ¿a qué objetividad se apela, si cualquier beneficio supuesto que esa máquina consiga debe interpretarlo al menos ese sujeto y el clínico de turno?. Por lo demás, decir que esa amigabilidad se ha impuesto a base de destruir machaconamente la sociabilidad humana y de atacar las vulnerabilidades más íntimas humanas promoviendo y facilitando el individualismo en pro del beneficio político-económico.

Pero la pregunta de moda, la que interesa verdaderamente en nuestra sociedad, la capitalista, es la que se refiere al coste-eficacia para averiguar si es factible su implementación masiva. Ahora bien, si lo es ¿para qué y para quién?. Si tomamos como beneficiado la sociedad capitalista como abstracción no hay dudas. La respuesta es sí. Creada la diferencia, naturalizado el defecto, medicalizado el síntoma, se perpetúa ese desarrollo en la línea de producir nuevos medios para su aparente mejora/curación. Ese proceso es la valorización necesaria del capital. Absolutamente imprescindible para el mantenimiento del sistema capitalista. Si, por el contrario, tomamos a las personas diagnosticadas y a las personas por diagnosticar (cada vez más, precisamente por esa necesidad de valorización), no parecen apreciarse muchos beneficios. Probablemente algunos pasen por sentirse cuidados, por ser desresponsabilizados de sus propios comportamientos, por ser etiquetados y singularizados (habría que ver cuanto de narcisismo en sentido amplio hay en una sociedad que ya ha sido definida sociológicamente como 'cultura del narcisismo') y beneficiarse de ello. Pero, por otro lado, se está asumiendo un 'defecto' y por ello, una dependencia de expertos en nosotros mismos. Desfamiliarizados de nosotros mismos y defectuosos para esta sociedad industrial que exige el máximo rendimiento de cada uno de nosotros, y por tanto con el que siempre estamos en deuda, tendremos que aprender a vivir con la perpetua depresión expresada de mil maneras distintas. Es la era de la psicopolítica.

Si en unos meses o unos años, tras algunos estudios, se ve que la realidad virtual no es un medio eficiente, no habrá problema alguno. El beneficio buscado ya se habrá logrado. Marketing institucional, promoción curricular y beneficios económicos para algunos espabilados ya se habrán generado. La cuestión será quién los habrá pagado, económicamente y en sus propias carnes. Lo primero, como hospital público, lo habremos pagado todos, y el beneficio lo habrán recogido, entre otros, la empresa catalana Psious y sus inversores, entre ellos La Caixa por ejemplo, o esos personajes de la psiquiatría que crean 'chiringuitos' especializados en la pública, para luego lucrarse por la privada. Lo segundo, aquellos rezagados del actual modo de vida, y en último término, en uno u otro momento de la vida, todos nosotros.

En resumen, esta nueva inclusión de la realidad virtual como medio terapéutico para el TDAH responde claramente más a la necesidad económica del sistema social actual que a la necesidad de las personas etiquetadas con un diagnóstico que muchos consideran quimérico y configurado socialmente de forma política y económicamente interesada.

No es casual que el medio sea tecnológico y no farmacológico. El auge de las empresas tecnológicas como motor del sistema económico de los países avanzados es conocido por todos. Sus beneficios pasan por la implementación continua e imparable de sistemas tecnológicos en todos los ámbitos. La salud mental es un ámbito propicio en tanto se enfoca en un objeto  inmaterial, la mente (la voluntad, los pensamientos, los sentimientos...). Y puesto que no hay referentes materiales específicos (decir el funcionamiento y las estructuras cerebrales es algo muy poco concreto) parece que cualquier cosa que se venda merezca ser comprada en pro de una innovación y un progreso hacia no se sabe dónde.



* El catedrático de psiquiatría por la UAB, y antiguo Jefe del Servicio de Psiquiatría del H. Vall d'Hebron, Miquel Casas i Brugué, afirmaba que los infractores al volante eran en su mayoría personas con un probable diagnóstico de TDAH no detectado. Actualmente está vinculado a una start up dedicada a la atención de niños con problemas académicos en escuelas. Seguramente haciendo nuevos clientes. Nadie ha hecho tanto por la psiquiatría más chata y nociva como este personaje, que recientemente visitaba al mismísimo Papa Francisco...

** 'Para un consenso clínico del TDAH'. En: https://app.box.com/s/tujfhu3axx98p54ummwgna8m5gnkbh99 .