Cuando hablo de propaganda de los medios de formación de
masas en la cuestión de la implementación de nuevas tecnologías en ciencias de
la salud, como ocurre en otros temas, me refiero a artículos como el siguiente:
'El doctor ‘smartphone' vigila su salud'
Un artículo que es descaradamente propaganda. Una promoción
de lo magnífico del progreso en esta área y de lo necesario de la apuesta
inversora en él. Un tipo de artículos que siempre se apoyan en los mismos
lugares comunes. Echémosles un ojo.
Para empezar el más típico en este tiempo de crisis
económica es el ahorro. Hacer factibles altas más rápidas (habría que hablar de
los reingresos o de la satisfacción de los pacientes y familiares…) y mejorar
el control desde domicilio (es decir, evitar visitas o ingresos, menos camas
necesarias) implica menos dinero que presupuestar. Pero el ahorro también es de
tiempo, y ya se sabe que en capitalismo el tiempo es dinero. Llegan a afirmar
que eso es posible mediante aplicaciones medicas de móvil, con las que el
sanitario podría consultar todo tipo de información y ahorrar mucho tiempo...
Otro modo recurrente de vender este proyecto político de
tecnologización de la medicina, es el de poner el ejemplo de la dermatología.
La imagen de la lesión enviada al especialista y respondida por vía electrónica
es lo que se proponen. Pero una especialidad que se basa en buena medida en la
imagen de la lesión, no puede ser el ejemplo de generalización de ese proyecto,
puesto que es la entrevista con el paciente la que normalmente sirve para
llegar al diagnóstico de presunción. Bien sabemos los que nos dedicamos a esto
que sin la entrevista (o sin el tiempo o la confianza necesarios para ella) se
pierde gran cantidad de información relevante y luego las cosas no salen como
quisiésemos.

Y, por otro lado, como en todo lo que hace referencia a la
implementación de nuevas tecnologías, se habla de la facilitación de procesos
que permitirán. Con el uso de tecnología será más fácil que obtengan nuestros
datos médicos personales en cualquier lugar que nos encontremos. Por si acaso
estamos de vacaciones y nos pasa algo. Nada que decir de la confidencialidad,
de lo que se explica en un sitio en un momento dado, pero no en otros, del uso
de esa información por agentes externos (ámbito laboral, policial o judicial).
Todo será más fácil con tecnología... Que se lo digan a los que han vivido el
proceso de cambio de paradigma en sus carnes, en sus consultas. Facilidades
algunas, pero también a cuenta de imponer formaciones tediosas y externas al
trabajo propiamente dicho al personal, cuando no de coaccionar al personal para
adaptarse, entre otras lindeces.
Otro punto que se invoca para justificar la dirección que
está tomando la asistencia sanitaria son las inversiones que realizan las
empresas tecnológicas. Unas inversiones que, como no puede ser de otra forma en
una economía de mercado, están orientadas a la obtención de beneficios
monetarios y son justificadas sobre la imposibilidad de mantener una sanidad
decente sin dichas inversiones. Pero se trata de un círculo que se fomenta por
el beneficio empresarial y el desarrollo de un modelo económico que con cada
vuelta de tuerca se interna más en un camino que precisa de la exclusión de más
sectores de población. Y para que eso sea digerible, tenemos que aguantar las
machaconas afirmaciones de directivos de mutuas y empresas dedicadas a promover
la tecnología medica que repiten la cantinela de que este sistema de salud no
es sostenible y que, casi, sólo ellos nos pueden salvar. Una cantinela que ya
se ha traspasado a las instituciones de gobierno, portada como estandarte por
los gerentes de turno que van y vienen del sector privado al público y al
revés.
Y finalmente, llama la atención como el discurso de lo
económico, de lo objetivo, de lo maquinal, copa completamente las
argumentaciones en pro de este modelo promovido. Continuamente equiparan el
sistema de salud con el sistema bancario. Sin problema, como si las diferencias
fueran de poca importancia. O la afirmación de que es mayor la eficacia de los
ordenadores, frente a los humanos, a la hora de recoger información y
sopesarla. Estas argumentaciones desprenden un fuerte tufo de control absoluto,
de eliminación de contratiempos y desvíos, de ausencia de libertad, que por muy
eficiente que sea reduce nuestra existencia a muy poco. No es extraño que
películas como la de ‘Intocable’, donde se contrapone una vida bien equipada
económicamente y controlada médicamente frente a una vida realmente vivida,
gusten a la gente. Esa misma gente que mantiene un discurso contradictorio
entra la exigencia de mayor asistencia y mayor tecnologización que les saque de
cualquier apuro existencial y la crítica de sus mismas consecuencias en lo que
respecta al control, la rigidez burocrática, la vigilancia y la pérdida de
autonomía y libertad.