Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Algunas noticias que nos llegan




El desarrollo de tecnologías en el campo de la salud no deja de ensancharse y abarcarlo todo reduciendo cualquier atisbo de humanidad a un mero click.

Hace pocos días terminaba el Mobile World Congress. Un espacio de encuentro para mercaderes y vendehumos de todo tipo donde poder ver las últimas baratijas que las empresas y los emprendedores nos ofertan para hacer de nuestras vidas algo extraño.

En el ámbito local de la emprendiduría en salud, se presentaba HealthApp, una start-up que pretende desarrollar aplicaciones médicas a partir de las ideas que les suministremos. Con una puesta en escena de lo más ridícula, con el único afán de volverse llamativo entre tanta competencia, mostraban la TCApp, una aplicación que ofrece un mejor y más efectivo control y monitorización de las conductas y emociones en personas con 'trastornos de la alimentación'. Su baza, la diversión que nos prometen para conseguirlo. Y es que puedes conseguir premios y recompensas haciéndolo. Está claro que fueron los más divertidos como reza su eslogan principal '¡Aportamos diversión a las terapias!'. 

Por otro lado, hemos conocido también la App Medvisit orientada a conseguir un médico allí donde estés de forma inmediata y no sabemos aún si por un módico precio. Lo que llama la atención de su anuncio, como sucede a menudo con estas aplicaciones, es la estética infantil y las muecas sonrientes de esos dibujos redondeados que tienen que emanar bondad, accesibilidad sin límites y diversión. Todos sabemos lo divertido que es enfermar, y mucho más de viaje...

Otra cuestión que ha llegado a nuestras manos es la noción de 'fenotipo digital' desde el ámbito de la salud mental. En resumidas cuentas se trataría del uso del registro de la actividad virtual de una persona para componer un perfil psicológico que permitiese interpretar los malestares de esa persona y tratarlos en base a ello. Es claro el uso mercantil (aunque se vista de terapéutico) de nuestra actividad frente al ordenador cuando estamos en las redes sociales. Seguro que hablaremos más de ello en el futuro. Concepto muy goloso que no deja de acoger el histórico afán categorizador de las ciencias psi, ya fuese por medio de marcas físicas en la frenología, de escalas y test psicológicos o pruebas de imagen cerebrales como las resonancias magnéticas o las tomografias por emisión de positrones.

Y finalmente hemos tenido ocasión de leer el artículo de TheEconomist y entender algunas cosas que pasan y otras que van a pasar. Entendemos que el futuro de los tratamientos en salud pasa por los dispositivos de salud digital. Y que tres son los grupos que luchan por controlar la cadena de valor. Los 'innovadores tradicionales' (farmacéuticas, compañías hospitalarias y de tecnología médica), los 'jugadores implicados' (seguros de salud, gestores de farmacia, sistemas de salud como NHS) y los nuevos que irrumpen en tecnología (Google, Amazon, Apple, emprendedores varios). Estos últimos lo que pueden vender es el ahorro económico mediante un control más eficiente y racional de los gastos. Además los datos recogidos mediante sensores, redes sociales y secuenciación genética pueden dar un mejor insight de la eficacia de los tratamientos. Y aquí pierden las empresas tradicionales frente a las innovadoras. Porque más datos darán lugar a nuevos servicios que impliquen no tomar fármacos de ninguna de las maneras. Y es que muchas aplicaciones se centran en el autocuidado personal mediante el registro de lo que hacemos, la monitorización dinámica de ello, los consejos y recomendaciones de lo que hacer para no enfermar y las gratificaciones por hacerlo. Un pack completo que termina por convertir en obsesivo de la salud al que aún ni ha enfermado.

A nuestro entender podemos afirmar que una vez reducido todo el pensamiento clínico y la semiología médica a una cuestión fundamentalmente analítica, sólo queda protocolizarlo y maquinizarlo para extenderlo masivamente y sacar una buena tajada de ello. Nada muy novedoso en el mundo capitalista que habitamos. Sin embargo, desde esta perspectiva algo se pierde por el camino. Y ese algo sólo puede entonces concebirse como información sobrante y no relevante, puesto que ha escapado al proceso analítico. Y así, cuando la cosa no marche, será por errores de causa desconocida, y nunca más conocida puesto que esa información 'irrelevante' ya estará perdida para siempre, no registrada. Un ejemplo análogo podemos verlo cuando se habla de resistencias en los trastornos psiquiátricos. Cuando el paciente 'no responde' a un tratamiento es porque su cerebro no responde, no porque puede haber otras posibilidades interpretativas del mismo conjunto de fenómenos y, por ende, otras formas de aproximarse terapeuticamente a lo mismo. ¿Cómo va a hacerse esto, si sólo se entiende el problema desde unos presupuestos biológicos? O como cuando el psicoanálisis más obtuso interpreta como resistencia cualquier posición del sujeto tratado que no se adecua a su encuadre teórico y práctico.

En definitiva, la protocolización y la maquinización masiva de la medicina va a traer nuevos problemas que no se quieren tener en cuenta simplemente porque vivimos bajo la dictadura de la mercancía. Y cuestionarlo supone retraso en su aplicación y retraso en los beneficios. Así es que se impondrán las nuevas formas y luego ya veremos con qué baratija nueva lo arreglamos. Y mientras tanto, la deshumanización, el extrañamiento y el vacío del ser humano.