Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Disciplinar al sanitario para controlar la población

'Existen tres medios de asegurar el orden. El primero se llama interés, el segundo se llama miedo, el tercero denominaciones. El interés ata el pueblo al soberano; el temor asegura el respeto a las órdenes; las denominaciones incitan a los inferiores a seguir la misma vía que los amos...'
Han-Fei-tse, Le tao du Prince.


Ahora que llega la época de las vacunas contra la gripe podemos observar la campaña institucional que se hace para vacunarse.

Este programa se está focalizando en los últimos años en el papel del personal sanitario en contacto con el usuario. Se toma al trabajador como nodo fundamental de la red de transmisión vírica. Con objeto de incidir en éstos se han puesto en marcha diferentes estrategias, básicamente orientadas a la propaganda científica, apelando a la responsabilidad ético-laboral o al incentivo económico del encargado de vacunar. Sin embargo, poco éxito han tenido en su empeño. Quizás por la propia desconfianza que genera el tema de las vacunas como prevención (mayor con la campaña que hubo a cuenta de la gripe hace dos años que motivó compras por miles de millones que luego quedaron en stock), o porque cuando se pone en la balanza la decisión se considera que pesa más el hecho de padecer una enfermedad no tan grave (al menos sin factores de riesgo importantes de por medio) que vacunarse o porque se conoce de primera mano el funcionamiento de los mecanismos para extender su uso por parte de las empresas dispensadoras de vacunas, las empresas farmacéuticas. El caso es que en vistas de que los trabajadores no han aceptado por las buenas se plantean ya las medidas coercitivas. Esa es la regla de la democracia. Si no puedes por la propaganda, hazlo por la fuerza que otorga la autoridad. Así pues se están planteando algunas medidas que pasan por obligar a vacunarse para ejercer, por coaccionar al trabajador difundiendo de forma pública (y con intención de hacer saber a los usuarios de cada médico/enfermero) quién se vacuna y quién no o por hacer depender parte del sueldo por objetivos al cumplimiento de ese objetivo.

Ese empeño concreto con el personal sanitario procede de la voluntad política de usar la imagen social del sanitario para que el usuario se identifique a la hora de tomar la decisión de vacunarse o no. Y en ese juego es la propia relación entre usuario-trabajador donde se traba una parte importante de la decisión. Controlando al trabajador (y por supuesto, su imagen) se contribuye a controlar la población. No nos demos a la paranoia, quiere decir un control en la orientación de las decisiones socialmente relevantes para el mantenimiento del orden buscado por el Estado. Lo mismo ocurre con la cuestión del fumar o del beber alcohol o del ser promiscuo en el plano sexual o cualquier otra conducta socialmente reprobable (al menos desde la moral de buena parte de proyectos políticos de partido) para el mantenimiento de los valores que promueve el poder político y económico.

El sanitario que acepta pasivamente el papel que le asigna el poder, acepta ser cosificado y por tanto manipulado como cualquier cifra, objeto o imagen. Además ese mecanismo que utiliza el poder para conseguir sus fines, contribuye a generar en el sanitario un sentimiento de sobrevaloración social sobre el resto de población, puesto que se es el ejemplo de rectitud moral-científica. Es así como disciplinando las conductas de las personas con un rol social determinado, en este caso el de sanitario, se instruye al resto de súbditos sobre lo que es moral y científicamente correcto.