Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Acerca de la receta electrónica



Desde hace unos años se está implementando el programa SUPRE (sistema de prescripción universal), es decir la receta electrónica. Un proceso que, en Catalunya, empezó en la Atención Primaria y que ahora se extiende a los médicos especialistas. Un proyecto en el que el Departament de Salut ha invertido una buena suma de dinero y tiempo.
Su marketing se ha basado en la facilitación del proceso de recogida de recetas para el usuario. Como casi siempre en las tecnologías aplicadas, la facilitación de procesos burocráticos es la excusa para implementar proyectos con mucho más calado.
Si por un lado permite recoger en la misma farmacia las recetas, previamente recetadas y validadas por el médico de turno, por otro supone un mecanismo de registro y control de datos extraordinario. Por un lado el control se referirá a la racionalización de las medicaciones que se dan (control de emisión de medicaciones, por tanto del gasto farmacéutico por región geográfica, por médico, por paciente, por ambulatorio, por diagnóstico, etc). Pero otro efecto que tiene, un efecto performativo, es el de modelar el acto de prescripción médica a través de la racionalización de los procesos de decisión del médico. Este aspecto no se expone explícitamente, pero se hace manifiesto en la práctica. El programa de receta electrónica da avisos, en base a protocolos de ‘expertos’, sustentados sobre la ‘Medicina Basada en la Evidencia’ (MBE), cuando se receta algún fármaco que estos no consideran recomendable. Una consideración teórica y descontextualizada (la mayoría de las veces de corte económico), como suele pasar con este tipo de medicina que olvida otros factores de la relación médico-paciente, del contexto social, cultural, económico, familiar o legal. Esto todavía se pone más de manifiesto en especialidades en que la subjetividad es parte imprescindible de la consulta y por tanto del proceso de recogida de información relevante en la entrevista, del proceso diagnóstico y de la devolución de éste y sus prescripciones al propio sujeto (psiquiatría, medicina de familia, neurología), aunque en el resto también consulta un sujeto… no lo olvidemos. En éstas los protocolos que los expertos intentan imponer basándose en la ‘evidencia’ siempre quedan cortos, precisamente porque obvian la subjetividad y se dedican a objetivar cuestiones subjetivas como el ánimo, la percepción, el dolor, el deseo, la energía o la voluntad. En estos casos, en que además hay una lucha de poder entre escuelas y formas de hacer, se intenta fomentar la medina basada en la evidencia como si en sí misma ésta no fuera ya ideológica, política e interesada. Es decir, la MBE no está en un plano superior deificado, no contaminado por las luchas de poder, sino que es una escuela más con unos objetivos políticos e ideológicos concretos contrapuestos a otras perspectivas. De esta forma se intenta acallar autoritariamente, y con la ayuda tecnológica, otras perspectivas distintas de las promovidas desde las instituciones de poder.
Otro aspecto es que la receta electrónica prevé un tiempo de revisión del tratamiento estipulado. En el caso de especialistas trata de imponer una cadencia de tiempo concreto con los protocolos acordados por las instituciones de turno. Pero, ¿cómo es posible esto en un contexto en el que no contratan y no hacen más que despedir y no renovar a los que hacen esa tarea? ¿no saben que los tiempos entre visitas no hacen más que alargarse ante esta situación? ¿Cuál es su solución? ¿Visitar el doble de personas el mismo día? ¿no influirá eso en la escucha y las decisiones que se tomen en la consulta? A esto hago referencia cuando digo que el modelo es teórico, y que la realidad es muy tozuda y no se doblega ante las imposiciones de los gestores. Mientras no haya más gente que trabaje, el problema no se soluciona, se traslada, se oculta, se intenta solucionar con medios tecnológicos que es imposible que sustituyan la consulta médica de la misma forma (un tema que ya se tocará más adelante).
Finalmente he podido escuchar alguna vez cómo se acaba defendiendo la receta electrónica con el argumento de la cantidad de tiempo y dinero invertido para desarrollar el programa. Triste defensa que puede valer igual para defender los campos de concentración del Tercer Reich o los gulags. ¿Cuánto invertirían Hitler y Stalin en crearlos…? Eso sí, los que están de enhorabuena serán aquellos que trabajen ‘explotando’ datos. Un nuevo ejército de burócratas del control separados del objetivo final de su trabajo (así que supongo que dormirán tranquilxs) será requerido para la ‘gestión’ de toda esta batería de datos recibidos del programa. Curiosa forma de disminuir el peso del gasto de la burocracia en época de crisis…
Creo necesario afirmar la práctica clínica sustentada en la experiencia del día a día frente a un modelo técnico excesivamente cargado de teoría, políticamente interesado y autoritariamente impuesto. Ese empeño burocrático de tomar las decisiones de arriba abajo conduce a incongruencias como las que vemos y padecemos continuamente en nuestra cotidianidad laboral, que se reproducen por un sistema establecido que no entiende de gestores de izquierdas o derechas, sino de planificaciones estratégicas y cambios continuos de gestores en base a sus intereses personales de ascenso económico y de posición de prestigio. No somos ciegxs, no seamos mudxs ni mancxs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario