Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

lunes, 22 de octubre de 2012

Telemedicina: una nueva vuelta de tuerca



Durante el último siglo vivimos en una época de sustitución de la vida humana relacional por la relacionabilidad virtual y maquínica. Tras ser reducidos a piezas de la Máquina dedicada a la producción y consumo de mercancías, ahora somos sustituidos por piezas no humanas. Nuestras relaciones y nuestra actividad se redujeron progresivamente a momentos del proceso de creación de valor. Una vez cosificados su sustitución por otras cosas era cuestión de tiempo. Únicamente permanece la actividad de supervisión, de control, de procesos absolutamente ajenos a nuestros intereses más allá de los salariales. Dispensadores de tickets en el transporte público, cajeros bancarios externos, máquinas para pedir hora en los servicios de salud o sociales y toda la automatización en las fábricas. Este proceso imparable de automatización e informatización no se detiene hasta su extensión completa. Y no lo hace precisamente por los intereses económicos (mercado tecnológico como motor económico de los países occidentales) y políticos (para controlar directamente el proceso productivo y anular el poder de los trabajadores sobre el mismo, controlando a éstos a través del control de aquél, y además con una cortina de aparente neutralidad).

Por todo ello, en los próximos años podremos ver, si no lo remediamos de forma colectiva, la sustitución de las personas encargadas del cuidado especializado de la salud por programas que lo hagan. Si bien muchas personas del sector ya han sido específicamente formadas y casi completamente colonizadas en lo que a su tarea se refiere, existe una parte, la humana, de imprevisibilidad, de no-control, de resistencia. Se trata de una parte, repito, la humana, que, aunque individual, no interesa en el proyecto racionalizador de las democracias totalitarias. Es por ello que no paran de crear nuevos protocolos para controlar cualquier acto o decisión por aparentemente poco decisiva que sea. O puede dar sentido a que se propongan retirar cualquier atisbo de personalización del despacho (ejemplo real del Instituto Catalán de la Salud, al pedir retirar las fotos personales). Está claro que lo que se resiente en este proceso es la libertad. El sector de la e-terapia, telemedicina o cyberterapia está de moda. Y no es para menos pues puede permitir al Estado (o el proveedor de turno del servicio de salud) deshacerse de edificios que cuesta dinero mantener y que incluso pueden generar beneficios con su venta. Si el usuario se queda en casa y consulta con el terapeuta por e-mail, teléfono o webcam pues eso que se ahorra. Y si en lugar de un especialista pagado tienes un programa que contenga los árboles de decisión adecuados y a modo de ‘elige tu propia aventura’ te diagnostique y te oriente con el tratamiento más favorable para la resolución del problema, pues mejor.

Todo ello implica una mayor profundización en la desposesión de nuestras decisiones como trabajadores de la salud, ya de por sí escasas después de todo el proceso histórico comentado al principio. Pero además presenta un problema de carácter epistemológico. ¿La obtención de información relevante será la misma? ¿y lo será en todos los pacientes o habrá algún subgrupo que no revelará su información personal a un ordenador o por teléfono? ¿cómo puede un programa interpretar la información que se da? En muchas ocasiones se da el engaño o el autoengaño o la disociación entre lo que se dice y lo que se observa. Y ¿la jerarquización de la información obtenida, en base a que criterios se hará? ¿en base a protocolos? ¿pueden los protocolos, por definición orientados al trato general, dar respuesta a casos y situaciones singulares? ¿no es cada caso singular? Estas y otras muchas preguntas remiten a la forzosa reducción de la situación de entrevista clínica. Se reduce la complejidad, el carácter de apertura, de la situación y sus posibles derivas. Cierra ambigüedades que se pueden crear en la situación, pero las cierra sin cerrarlas, es decir, sin respuesta. En resumen, un programa tiene la característica de dirigirse de forma parcial a un objetivo concreto, pero su remisión a la totalidad de la situación no es contemplada y, además, es inevitable. Gajes de cambiar una persona por una máquina.

El texto no pretende ser una queja sobre la posible eliminación del trabajo asalariado tecnificado. La actividad sanitaria ya hace tiempo que está colonizada. Lo está desde el mismo momento en que se constituye como especialización técnica separada de la vida. Mucho antes de ser automatizada tecnológicamente, ha sido automatizada por rituales y discursos concretos, que excluyen otras vías posibles. Pero sí parece importante entender la nueva vuelta de tuerca que el uso de la tecnología facilita a los que detentan el poder de decisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario