Durante el último siglo vivimos en una época de sustitución
de la vida humana relacional por la relacionabilidad virtual y maquínica. Tras
ser reducidos a piezas de la Máquina dedicada a la producción y consumo de
mercancías, ahora somos sustituidos por piezas no humanas. Nuestras relaciones
y nuestra actividad se redujeron progresivamente a momentos del proceso de
creación de valor. Una vez cosificados su sustitución por otras cosas era
cuestión de tiempo. Únicamente permanece la actividad de supervisión, de
control, de procesos absolutamente ajenos a nuestros intereses más allá de los
salariales. Dispensadores de tickets en el transporte público, cajeros
bancarios externos, máquinas para pedir hora en los servicios de salud o
sociales y toda la automatización en las fábricas. Este proceso imparable de
automatización e informatización no se detiene hasta su extensión completa. Y
no lo hace precisamente por los intereses económicos (mercado tecnológico como
motor económico de los países occidentales) y políticos (para controlar directamente el proceso productivo y anular
el poder de los trabajadores sobre el mismo, controlando a éstos a través del
control de aquél, y además con
una cortina de aparente neutralidad).
Por todo ello, en los próximos años podremos ver, si no lo
remediamos de forma colectiva, la sustitución de las personas encargadas del
cuidado especializado de la salud por programas que lo hagan. Si bien muchas
personas del sector ya han sido específicamente formadas y casi completamente
colonizadas en lo que a su tarea se refiere, existe una parte, la humana, de
imprevisibilidad, de no-control, de resistencia. Se trata de una parte, repito, la humana,
que, aunque individual, no interesa en el proyecto racionalizador de las
democracias totalitarias. Es por ello que no paran de crear nuevos protocolos para controlar
cualquier acto o decisión por aparentemente poco decisiva que sea. O puede dar sentido a que se propongan retirar cualquier atisbo de
personalización del despacho (ejemplo real del Instituto Catalán de la Salud,
al pedir retirar las fotos personales). Está claro
que lo que se resiente en este proceso es la libertad. El sector de la
e-terapia, telemedicina o cyberterapia está de moda. Y no es para menos pues
puede permitir al Estado (o el proveedor de turno del servicio de salud)
deshacerse de edificios que cuesta dinero mantener y que incluso pueden generar
beneficios con su venta. Si el usuario se queda en casa y consulta con el
terapeuta por e-mail, teléfono o webcam pues eso que se ahorra. Y si en lugar
de un especialista pagado tienes un programa que contenga los árboles de
decisión adecuados y a modo de ‘elige tu propia aventura’ te diagnostique y te
oriente con el tratamiento más favorable para la resolución del problema, pues
mejor.
Todo ello implica una mayor profundización en la desposesión
de nuestras decisiones como trabajadores de la salud, ya de por sí escasas
después de todo el proceso histórico comentado al principio. Pero además
presenta un problema de carácter epistemológico. ¿La obtención de información
relevante será la misma? ¿y lo será en todos los pacientes o habrá algún
subgrupo que no revelará su información personal a un ordenador o por teléfono?
¿cómo puede un programa interpretar la información que se da? En muchas
ocasiones se da el engaño o el autoengaño o la disociación entre lo que se dice
y lo que se observa. Y ¿la jerarquización de la información obtenida, en base a
que criterios se hará? ¿en base a protocolos? ¿pueden los protocolos, por
definición orientados al trato general, dar respuesta a casos y situaciones
singulares? ¿no es cada caso singular? Estas y otras muchas preguntas remiten a
la forzosa reducción de la situación de entrevista clínica. Se reduce la
complejidad, el carácter de apertura, de la situación y sus posibles derivas.
Cierra ambigüedades que se pueden crear en la situación, pero las cierra sin
cerrarlas, es decir, sin respuesta. En resumen, un programa tiene la característica
de dirigirse de forma parcial a un objetivo concreto, pero su remisión a la
totalidad de la situación no es contemplada y, además, es inevitable. Gajes de
cambiar una persona por una máquina.
El texto no pretende ser una queja sobre la posible eliminación
del trabajo asalariado tecnificado. La actividad sanitaria ya hace tiempo que
está colonizada. Lo está desde el mismo momento en que se constituye como
especialización técnica separada de la vida. Mucho antes de ser automatizada
tecnológicamente, ha sido automatizada por rituales y discursos concretos, que
excluyen otras vías posibles. Pero sí parece importante entender la nueva
vuelta de tuerca que el uso de la tecnología facilita a los que detentan el
poder de decisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario