Cuando el mundo de la técnica sustrae nuestra esencia humana, cuando nuestros cuerpos se convierten en meras mercancías con las que trabajar, cuando la medicina se convierte en forma de gobierno y la tecnología en su instrumento principal, es hora de escupir unas cuantas verdades.

martes, 9 de octubre de 2012

Una presentación


La medicina siempre ha sido una práctica con una dimensión de poder importante. Desde la prescripción de determinados hábitos, conductas, formas de vida, basados en conocimientos especializados hasta la ocultación indirecta de las causas de la miseria social. Ivan Illich usó el concepto de Némesis Médica  para hacer referencia a una especie de justicia retributiva consecuente al desarrollo implacable de la tecnología médica y que conllevaría una mayor profundización en los problemas que se intentaban solucionar por medio de ésta (a más soluciones técnicas a los problemas planteados, más problemas nuevos y más difíciles de solucionar). Una reflexión que surgirá en este espacio más de una vez con ejemplos evidentes, y que plantea hasta qué punto podemos llegar en esta loca carrera tecnológica y cuáles son los motivos que la hacen necesaria socialmente (al menos para algunxs).
En los últimos años el poder, mediante sus instituciones políticas, económicas y propagandísticas, está lanzando una ofensiva para introducir la tecnología en la práctica médica de forma masiva. Si bien ya se usaba alguna tecnología en la práctica habitual médica desde hacía años (Resonancia Magnética, Tomografía computerizada, Electrocardiograma, Electroencefalografía...), en los últimos años la planificación para su implementación ha sido una máxima en los países occidentales. Por razones económicas (promover el desarrollo tecnológico implica crear trabajo de alto valor añadido, implica promover nuevas empresas con proyecto de futuro, implica crear una cadena de valor que va de la universidad al producto de mercado) y políticas (refuerza la idea de progreso hacia el paraíso terrenal, la idea de fin del sufrimiento, la idea de la óptima gestión de nuestras vidas). La medicina, en combinación con otras disciplinas, y a cobijo de la sociedad de mercado interesada en la mercantilización de todo lo existente, ha propiciado nuevas perspectivas, y desarrollado enormemente otras, (ingeniería biomédica, electromedicina, biotecnología, e-salud o tecnologías de la información y comunicación en salud, nanotecnología, robótica, etc) que conllevan nuevas cotas de control social. Un control social que precisa de un buen marketing para ser vendido. Un marketing que quedará reflejado con las noticias que se vayan publicando.
Marketing aparte, lo que conlleva beneficios clínicos en algunos aspectos (al menos para algunos, ya hablaremos de la desigualdad en el acceso a éstos), comporta reducción de libertades, artificialización de las relaciones y de la vida y una mayor especialización que provoca una pérdida, ya antes muy menguada, de una perspectiva total (o al menos lo más amplia posible) acerca de los problemas comunes. La sociología crítica ha abundado en el problema de la racionalización y la planificación como parte del proyecto ilustrado. Su final ha sido el genocidio. Fascismo y comunismo estatal son los ejemplos más evidentes, pero se oculta el mismo carácter racionalizador y planificador de las democracias liberales. Y como se oculta, se mantiene.
La crisis económica y política en la que estamos instalados en Occidente desde hace unos años parece que aún reaviva más las voces racionalizadoras. De derecha a izquierda del espectro político parlamentario se reclama más control, sin tener en cuenta que más control deteriora aún más las libertades. Este espacio se dedicará a reflexionar sobre las consecuencias que tienen (en tanto individuos pertenecientes a una comunidad) la implementación acelerada de medios tecnológicos en el ámbito de las ciencias de la vida. Implementación que forma parte del proyecto neoliberal más duro y que aprovecha la actual situación para forzar su aceptación sin perder tiempo en reflexiones, críticas, contrapuntos o resistencias.
Si este espacio se ha ido haciendo necesario ha sido por la autoridad con la que se está imponiendo el modelo, por el escaso debate aparente (quizás reflejo del papel de los medios propagandísticos del poder) y por la escasa resistencia que se ofrece desde una sociedad que soportará las consecuencias. Esas consecuencias son para todxs, por muy fuera del sistema que se pretenda estar.

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